El frágil equilibrio de la ganadería en Chihuahua y la dependencia del mercado estadounidense

La reanudación de la exportación de ganado desde Chihuahua hacia Estados Unidos, tras el boicot sanitario por un caso de gusano barrenador en Chiapas, es sin duda un alivio para los productores. Sin embargo, más allá del optimismo por la reactivación del comercio, este episodio pone en evidencia la fragilidad estructural del sector ganadero en México, particularmente su fuerte dependencia del mercado estadounidense y la vulnerabilidad ante factores sanitarios.

El hecho de que un solo incidente sanitario, ocurrido a más de 2,000 kilómetros de Chihuahua, haya paralizado la exportación de 130 mil cabezas de ganado y generado pérdidas por 200 millones de dólares es alarmante. Esto demuestra la falta de un sistema de control sanitario interno más robusto y la ausencia de estrategias diversificadas para comercializar la producción ganadera. Si bien el Servicio de Inspección Sanitaria de Animales y Plantas (APHIS) ha autorizado nuevamente la exportación, el problema de fondo persiste: la ganadería mexicana está sujeta a la aprobación de reguladores extranjeros y carece de autonomía en la toma de decisiones sobre su propio comercio.

Además, este episodio resalta la pasividad con la que el gobierno mexicano aborda los problemas estructurales del sector. Se han hecho adecuaciones en estaciones cuarentenarias, pero ¿qué medidas preventivas se están tomando para evitar otro cierre similar en el futuro? ¿Existen planes para desarrollar mercados alternativos o fortalecer el consumo interno? La ausencia de estas discusiones deja en claro que la solución ha sido reactiva y no preventiva.

Mientras Chihuahua celebra el reinicio de las exportaciones, la lección que debería aprenderse es que la autosuficiencia y la diversificación de mercados no son un lujo, sino una necesidad urgente para evitar que una crisis sanitaria externa vuelva a paralizar la ganadería del estado y del país.